¿Cómo designar a quienes reconocen el poder de la palabra y lo ejercen, blandiendo discursos para la comprensión y el dominio de lo real? Literalmente “desafortunado” se le antoja a George Steiner el vocablo en cuestión, los logócratas; y, sin embargo, no cabe duda de que comunica con fidelidad la vocación de profesores y pensadores, críticos y hombres de letras, embriagados o sinceramente motivados por la posibilidad otra que con la palabra o discurso, el logos, cavan en el seno de la realidad para que se torne tanto más comprensible.
Evitando regocijarse en la promoción de un modelo de comprensión exclusiva, Steiner se atreve sin embargo a trazar la línea divisoria entre la desenfrenada e impenitente difusión de información por parte de medios a priori democráticos, y la práctica interiorizada, silenciosa, de la lectura; entre el consumo abusivo, ruidoso de conocimientos, y el agrio reconocimiento de que ni siquiera la cultura, (...)