Lejos de los radares occidentales, la zona septentrional del golfo de Bengala es el escenario de una intensa rivalidad por el control de la circulación. La competencia se establece en torno a las nuevas “rutas de la seda”, que difieren en gran medida de las románticas imágenes difundidas en el siglo XIX. En 2013, esta experimentó un giro decisivo cuando el Gobierno chino puso en marcha la iniciativa “Un cinturón, una ruta”, conocida primero por su acrónimo en inglés OBOR (One Belt, One Road) y, más tarde, convertida en BRI (Belt and Road Initiative), un programa de inversiones destinado a infraestructuras y transportes. Engloba a 68 países y el coste de los proyectos podría superar los 10 billones de dólares. Su ambición: la reconfiguración de la circulación entre Asia, Oriente Próximo, África y Europa. Este despliegue de inversiones –acompañadas de alianzas estratégicas– a menudo incluye una dimensión militar. Asimismo, el (...)