La tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad para evaluar la relación entre sus posibles beneficios y sus peligros. Nos cuesta anticipar los riesgos ligados al uso de nuevas herramientas moleculares y también las posibles consecuencias de la propagación de organismos modificados genéticamente (OMG) en un ecosistema. Las cuestiones científicas y éticas que conllevan estos cambios de paradigma dependen de factores muy complejos, y son pocos los científicos lo suficientemente competentes en los distintos ámbitos del vasto campo de la biotecnología para comprender y estimar todas sus posibles consecuencias. Los investigadores rara vez tienen la perspectiva necesaria para apreciar las implicaciones de los experimentos que proponen, al tiempo que se les presiona cada vez más para que se conviertan en productores de resultados científicos, en inventores de tecnologías con rentabilidad económica y en gestores de la investigación en constante búsqueda de financiación.
Desde los primeros trabajos sobre el ADN, los descubrimientos (...)