Amantes de la arqueología antigua o de las pinturas rupestres: si deciden cruzar el Mediterráneo para entrar en la Gran Jamahiriya árabe libanesa popular, tal vez se lleven la sorpresa de escuchar en boca de una joven habitante en una alejada región la siguiente pregunta: “¿Conoce la canción Je suis malade?”. Cuando por tercera vez escuchen tararear este tema de Serge Lama en la pequeña ciudad de Ghat, en el extremo sudoeste de Libia, de donde es oriundo el escritor Ibrahim al Koni, comprenderán que, a pesar del aspecto polvoriento del paisaje urbano, de las aceras rotas y el deterioro de las viviendas sociales parecidas a las de los suburbios parisinos, algo ha sucedido.
Tras diez años de aislamiento internacional, Libia restablece contactos con el mundo, un movimiento que va más allá de los simples acercamientos diplomáticos. Desde hace ya tres años, la población adolescente contribuye a la caída de audiencia (...)