La violencia en Irak alcanza un umbral crítico del que los medios de comunicación no dan cuenta suficiente, hastiados de un conflicto de larga duración con el que compite la novedad de la guerra del Líbano. Los ataques de carácter sectario entre suníes y chiitas se han vuelto rutinarios y provocan diariamente decenas de muertos y centenares de heridos.
Estas violencias superan ampliamente a las operaciones que se dirigen a las fuerzas de ocupación. Así, en la capital, Bagdad, el curso del Tigris representa una línea de fractura entre una margen izquierda ampliamente chiita (Al Rusafa) y una margen derecha mayoritariamente suní (Al Karj). Grandes enclaves subsisten de un lado y otro, especialmente los barrios con fuerte connotación religiosa de Al Kadhimiya (chiita) y Al Adhamiya (suní). Pero el proceso de polarización, por el cual se forman verdaderas líneas de frente, “anuncia combates más violentos y más estructurados”, tal como lo (...)