La incapacidad de los militares estadounidenses para comprobar la información que se les facilitaba proporcionó a muchos afganos una forma conveniente de deshacerse de un primo problemático en un caso de herencia, de un vecino con el que tenían una disputa de tierras o de algún rival político. Muchas personas detenidas o asesinadas no tenían nada que ver con la insurgencia, lo cual fue pasto de rivalidades individuales, familiares o comunitarias.
Por ejemplo, en 2003, en la provincia de Kunar, tras un ataque talibán a una base en el valle de Ganjgal, los militares estadounidenses recibieron un chivatazo que les señaló a un líder tribal shinwari, Abdul Wali. El 21 de junio de 2003, por consejo del gobernador de la provincia, Faizal Akbar, a quien conocía personalmente, el acusado se dirigió a la base estadounidense en compañía del hijo del gobernador. Fue detenido nada más llegar. Pasaron varios días antes de (...)