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La diplomacia de la estufa

por Renaud Lambert, diciembre de 2022

¿Basta con que baje el mercurio para transfigurar la diplomacia francesa? El golpe de timón de París a propósito de Venezuela parece dar a entender que sí. Hace unos cuantos meses, el presidente francés Emmanuel Macron se mostraba a favor de la lógica de un derrocamiento del presidente venezolano Nicolás Maduro, a quien calificaba de “dictador” (Le Point, 29 de agosto de 2017). Cuando en enero de 2019 un diputado de la oposición venezolana hasta entonces desconocido del gran público, Juan Guaidó, aprovecha su elección como presidente de la Asamblea Nacional para autoproclamarse “presidente encargado”, Francia se une a Estados Unidos y a una cincuentena más de países para reconocerlo. In situ, el injerto no llega a agarrar. La oposición se harta de los desafueros de Guaidó, y sus vínculos con grupos paramilitares de extrema derecha empañan su imagen de caballero blanco. En enero de 2020, el “presidente interino” pierde la presidencia de la Asamblea Nacional en favor de otro miembro de la oposición, Luis Parra. Guaidó se ve entonces privado del argumento constitucional en el que se basaba su tentativa de golpe de Estado parlamentario. París, sin embargo, lo recibe y le confirma su apoyo.

Ahora bien, las sanciones infligidas a Moscú, el segundo exportador mundial de petróleo, han provocado que el precio de la energía se dispare, especialmente en Europa, donde la desregulación del mercado de la electricidad ha amplificado el fenómeno. Ahora que el invierno se acerca, al Viejo Continente le asusta la tiritona. La visión que de Venezuela tiene Macron se transmuta a mayor velocidad de lo que tarda una columna de mercurio en pasar de 20 a 10 grados centígrados. Olvidada ya la “dictadura” que había que deponer, el país vuelve a ser ese poseedor de las mayores reservas de petróleo del mundo con el que conviene estar a buenas. Ayer “ilegítimo”, Maduro recobra su título de “presidente” en boca de su homólogo francés el 7 de noviembre de 2022, en el curso de un encuentro durante la conferencia de Sharm el Sheij sobre el cambio climático (COP27). Generosamente financiada por Caracas, la cadena de televisión Telesur no pierde ripio de un apretón de manos que juzga “afectuoso” entre el presidente venezolano y el insolente de antaño.

Sería un error deducir que, guiada por el mercurio, la diplomacia francesa ha recobrado cierto grado de autonomía con respecto a Estados Unidos. Así como París calcó a Washington su política concerniente a Caracas cuando de apoyar a Guaidó se trataba, Francia imprime sus pasos en los de Estados Unidos cuando intenta desbloquear el grifo petrolero venezolano.

El 8 de marzo de 2022, Estados Unidos decreta un embargo sobre el petróleo ruso. Una semana después, Washington envía emisarios a Caracas en un esfuerzo por “compensar la pérdida del crudo ruso de resultas de las sanciones en respuesta a la invasión de Ucrania por parte de Moscú” (France 24, 18 de mayo de 2022). De repente, Emmanuel Macron considera que “el petróleo venezolano debe poder reintegrarse al mercado”, como proclama durante la reunión del G7 de junio de 2022.

En octubre, una delegación de la oposición venezolana acude a Washington para explicar que no apoya ni a Juan Guaidó ni la lógica de unas sanciones que la población rechaza. La Casa Blanca deja entonces que se filtre su decisión de no seguir reconociendo al “interino”. Días más tarde, Macron escenifica su encuentro con el “presidente” Maduro en Sharm el Sheij…

Parece obvio que, hasta cuando es la temperatura lo que la guía, la diplomacia francesa supedita sus exigencias a las de los radiadores de la Casa Blanca.

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Renaud Lambert