“República, excelencia, bondad”: de las tres palabras escogidas por el ministro de Educación francés, Jean-Michel Blanquer, para inaugurar su primer curso académico en septiembre de 2017, la que sorprende es la última. Desde el mandato de Jules Ferry, es de rigor invocar la República cuando se habla de educación. La excelencia también ha entrado en el vocabulario cotidiano de los centros de enseñanza. Designa la preocupación de la administración educativa, compartida por una parte de los docentes, por no concentrar los esfuerzos y recursos de manera desproporcionada en los alumnos con dificultades en “detrimento” de los demás. La palabra, que traduce la voluntad de, ante todo, no perjudicar a los aventajados, se ha convertido en la –eufemística– expresión oficial que justifica los casos de fracaso escolar.
Queda la “benevolencia”. El concepto se extendió por los colegios [collèges, centros de educación secundaria de primer ciclo] y los liceos [lycées, centros de educación (...)