En la explanada ante el Supremo Tribunal Federal de Brasil (STF), en Brasilia, una larga bandera brasileña de más de cincuenta metros de longitud yace abandonada entre cristales rotos y cartuchos de gas lacrimógeno. Es martes 10 de enero y, mientras la policía científica trabaja en el interior del edificio para tomar huellas dactilares, otros investigadores interrogan al personal de seguridad para reconstruir los hechos acaecidos el domingo 8 de enero, cuando miles de partidarios del expresidente brasileño Jair Bolsonaro asaltaron las instituciones más importantes de la democracia brasileña.
De los tres edificios de la plaza de los Tres Poderes, el del Tribunal Supremo ha sido el más vandalizado, según los inspectores de la policía en declaraciones extraoficiales. El odio contra la sede del más alto tribunal del Poder Judicial del país, que también se encarga de velar por los procesos electorales, está en sintonía con el encono manifestado por Bolsonaro (...)