Entre las consecuencias geopolíticas del cambio climático se suele citar la hipótesis de un conflicto armado entre dos o más países por el control de unos recursos hídricos cada vez más escasos. Ya en junio de 1972, en Estocolmo, activistas ecologistas interrumpieron brevemente los trabajos de la primera Cumbre de la Tierra, organizada bajo los auspicios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para alertar sobre ese riesgo. Pero ¿es inevitable la guerra por el agua? Justo es señalar que el planeta no ha conocido nada parecido en las últimas décadas.
Cierto, existen tensiones persistentes en todos los continentes, susceptibles de transformarse en conflictos abiertos. Uno de los ejemplos paradigmáticos lo encontramos en África: Egipto no descarta el uso de la fuerza, en particular aérea, contra la gran presa del Renacimiento que Etiopía está construyendo en el Nilo Azul. Este gran afluente del Nilo proporciona el 97% del consumo egipcio (...)