En materia de aprovisionamiento mundial de energía hay buenas y malas noticias. ¿Las malas? El petróleo se acaba. ¿Las buenas? El petróleo se acaba. Y no sólo el petróleo: tarde o temprano, todas las fuentes de energía fósiles sufrirán la misma suerte, hasta el uranio que alimenta las centrales nucleares.
Disponible en estado líquido, fácil de utilizar, el petróleo se convirtió en la fuente de energía más corriente, el “oro negro” del siglo XX. Pero siempre estuvo claro que algún día se agotaría. Como nadie sabía a ciencia cierta cuándo, el problema se dejó de lado. El ánimo alarmista que reina actualmente entre los jefes de Estado muestra que hasta ahora evaluaban la cuestión semana a semana, mientras seguía creciendo nuestra dependencia respecto de este recurso cada vez más escaso.
De hecho, la cuestión de saber cuánto tiempo más durarán las reservas se encuentra en el tercer puesto de las preocupaciones, pues (...)