Desde que Estados Unidos desató la guerra contra Irak, en Damasco se convencieron de que uno de sus principales objetivos era consumar el asedio al conjunto Siria-Líbano-Palestina, asedio iniciado por la alianza estratégica establecida entre Turquía e Israel, bajo la égida de Estados Unidos. Más de un año después, persiste la misma certeza: Siria se encuentra asediada. De ahí la política implementada por el presidente Bachar Al-Assad y su gobierno, las decisiones tomadas para evitar el riesgo de un conflicto inminente y la necesidad, al mismo tiempo, de preservar las posiciones consideradas esenciales para la independencia misma del país.
Incluso antes de que la guerra terminara, se materializaron las amenazas. El 28 de marzo de 2003, el secretario de Defensa estadounidense Donald Rumsfeld cuestionó la ayuda al ejército iraquí que provenía de Siria e Irán. Unos días más tarde, la responsable del Consejo Nacional de Seguridad Condoleezza Rice reiteraba estas acusaciones (...)