“Secta de los nazarenos”, llamaban en el siglo I a los cristianos. En aquel tiempo eran un grupúsculo que vivía en comunidad fraterna y compartía los bienes según el deseo de los apóstoles, reacios a los dictados del Emperador y de la Sinagoga. Ante el gobernador Félix de Cesárea, los judíos acusaban a Pablo: “Hemos encontrado a este hombre, una peste que provoca disputas entre todos los judíos del mundo, de la secta de los nazarenos, y que ha profanado el templo”. Jesús, cabeza visible de estos predicadores por haber nacido en el seno de una familia de Nazaret, difundió sus creencias, rompió con el judaísmo, y fue condenado por el Sanedrín.
O sea, que podemos considerar al cristianismo primigenio como una secta judía. Y la reacción de los judíos ortodoxos (fariseos), exactamente igual que la que tuvieron más tarde los católicos con sus disidentes. La palabra secta no tiene por (...)