- Selçuk
En 2008, la elección de Barack Obama para ocupar la Casa Blanca supuestamente anunciaba el advenimiento de un nuevo Estados Unidos más diverso, más inteligente y más justo. Se creyó por entonces que aquella victoria demócrata no constituía una ruptura ideológica y política —habida cuenta de que el primer presidente afroamericano de la historia de su país era un intelectual que detestaba los conflictos—, sino el desenlace de una metamorfosis demográfica y sociológica. Por una parte, la llegada de nuevos inmigrantes no había dejado de diluir la parte de votantes blancos, en su mayoría republicanos. Por otra parte, y simultáneamente, nuevas generaciones más instruidas —y en consecuencia más preclaras— habían sustituido a las antiguas, apegadas a tradiciones obsoletas.
El anuncio de tan feliz orden de cosas parecía tanto más providencial por cuanto apenas requirió de esfuerzos ni (...)