A pesar de avances reales, la dominación masculina continúa estructurando la mayoría de las relaciones de género, así como las representaciones que se les asocian. En ese sentido, las diferentes formas de violencia sufridas específicamente por las mujeres –desde ataques contra la integridad física hasta violaciones, pasando por el acoso y las agresiones sexuales– y, todavía más, la forma en que las autoridades reaccionan frente a ellas, constituyen el mejor indicador para medir la progresión de la igualdad real entre hombres y mujeres. Sancionar la violencia machista con un rigor a la altura del daño que provoca en la cohesión social es una de las maneras de hacer retroceder la dominación masculina. Dicho de otro modo, aunque las campañas de prevención y educación feminista desempeñan un papel importante, no pueden reemplazar la acción represiva y protectora que debe desarrollarse paralelamente.
Pero, aunque el nivel de represión de la violencia contra la (...)