Sobre el tema de las leyes políticas, el cura Lacordaire había dicho lo esencial al afirmar que "cuando hay disputa entre débiles y poderosos, la libertad oprime y la ley libera". Así es como en épocas de desempleo, la ley que reglamenta los despidos protege a los empleados de los dictados de la fuerza económica. En una comunidad de derecho como es la República, la ley política, vector del interés general, permite sustraer las relaciones de los hombres al multifacético imperio de la fuerza. El laicismo cumple con esa exigencia, y sólo favorece aquello que resulta de interés general, a la vez que promueve, junto a la autonomía moral e intelectual de las personas, la libertad de conciencia y la plena igualdad de sus derechos, sin discriminación de sexo, origen o convicción espiritual.
El laicismo nunca ha sido enemigo de las religiones mientras ellas se expresen como actitudes espirituales, sin reivindicar (...)