“¡No entiendo! Si la IV Flota de Estados Unidos puede llegar a América Latina, ¿Por qué no una flota rusa?”. No es la reflexión de Hugo Chávez, presidente del país donde en noviembre se desarrollarán maniobras navales conjuntas ruso-venezolanas, sino la de su homólogo ecuatoriano Rafael Correa. El 25 de abril se anunció la reactivación de la IV Flota estadounidense, dotada de unidades polivalentes de las Fuerzas Especiales SEAL (Sea, Air, Land), destinada a dirigir y coordinar a los marines destinados en América Central y del Sur –¡contra “el tráfico de droga y el terrorismo”!–, lo que no despertó ningún entusiasmo en el subcontinente, ni mucho menos.
Al mismo tiempo, o casi, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, a quien a menudo los medios de comunicación lo presentan como el “anti-Chávez”, se enfervoriza: “Se acabó eso de que ‘el mercado lo puede todo’ (…) Se terminaron los tiempos en (...)