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Una herramienta que aceleró la financiarización

Esa deuda que adoran los acreedores

Los discursos sobre la deuda toman prestado su vocabulario de los manuales de buenas costumbres. Por un lado, la falta, asociada al préstamo; por el otro, la virtud, asociada al ahorro. El acreedor acudiría así en socorro de su prójimo; el deudor expiaría sus errores al ritmo de sus pagos. La fábula es bonita, pero no tiene sentido. Sin duda, es hora de invertir la perspectiva.

por Frédéric Lemaire, septiembre de 2021

Desde hace unos años, grandes países como Francia o Alemania logran endeudarse con tipos de interés negativos. Dicho de otro modo, ganan dinero tomándolo prestado y, algo todavía más sorprendente, los inversores aceptan prestárselo para perderlo. ¿Cómo se explica una situación tan absurda? Sin duda, por el hecho de que las obligaciones de los Estados son un recurso fundamental para los mercados financieros. Antes incluso de la aparición de los tipos negativos, la deuda pública desempeñó un papel esencial en su desarrollo. Por lo tanto, habría que invertir la perspectiva: más que un favor graciosamente consentido a Estados menesterosos por acreedores generosos, la deuda pública sería el “alimento terrenal que necesitan los mercados”, según palabras del director del diario económico francés La Tribune.

En las décadas de 1970 y 1980, la deuda pública permitió absorber un exceso de ahorro, que amenazaba la economía mundial. Los países exportadores de petróleo acumulaban por (...)

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