29 de noviembre de 1972
Doctor:
Con estas palabras vengo a contarle mi problema.
Este es el tema: estoy embarazada de tres semanas. Tengo ya tres hijos y solo tengo 25 años. No quiero seguir adelante con el embarazo, porque con tres creo que tengo suficiente. Mi marido no lo sabe. Acudo a usted [para saber] si puede realizarme un aborto. Dígame cuánto cobra, porque, ya sabe, no soy muy rica. Dígame si puede realizarlo. Se lo agradezco de antemano.
Contésteme lo antes posible. Esta es mi dirección:
Respuesta
5 de diciembre de 1972
No me dedico a practicar abortos y no acostumbro a cobrar a los pacientes que se encuentran en una situación modesta.
Debe ponerse en contacto con el profesor X (dirección y número de teléfono).
Reciba, señora, el testimonio de mi respetuosa consideración.
Profesor Paul Milliez
Ciudad pequeña de provincias, 4 de febrero de 1973
Estimado profesor:
Acabo de encontrarme en el diario con un artículo suyo sobre el tema del aborto, por lo que me tomo la libertad de dirigirme a usted.
Todavía no he consultado a ningún médico, pero un buen número de síntomas me indican que estoy esperando un tercer hijo. Calculo que estaré en mi segundo mes, situación que me causa mucho pesar.
Tengo ya dos hijas (...) y acabo de reincorporarme al trabajo. Tengo a mi marido enfermo (...) y con dificultades para ejercer su profesión. El año pasado estuvo sin trabajar [varios] meses. Además, tenemos una casa en construcción, deberemos parar todas las obras si he de dejar el trabajo. Con todo esto, tengo la moral por los suelos, no dejo de pensar en lo que me está pasando.
Hoy, mientras le escribo, siento que vuelvo a vivir porque gracias a usted espero liberarme de mis problemas.
¿Qué debo hacer? ¿Debo concertar una cita con usted o podría remitirme a un médico de su confianza que me ayude a interrumpir este embarazo? ¡Seguiré su consejo!
Le adjunto un sobre con sello para la respuesta, que espero impacientemente. Mi marido está totalmente de acuerdo.
Reciba, profesor, un cordial saludo.
Sra. A
Respuesta
París, 7 de febrero de 1973
Estimada señora:
Póngase en contacto con el Dr. X.
Con mis mejores deseos,
Profesor Paul Milliez
Periferia de una gran ciudad, 9 de enero de 1973
Estimado señor:
Sin saber a quién recurrir y habiendo leído que usted se posicionó a favor del aborto durante el juicio de Bobigny, le escribo porque no me atrevo a decir que estoy desesperada, pero no ando muy lejos de ello.
Estoy en proceso de divorcio. Tengo seis hijos (...). Estoy embarazada de cuatro o cinco semanas, mi última menstruación fue el 8 de noviembre, y viviendo con mi pareja, este nuevo hijo es un desastre para mí. Habiendo sido ya muy difícil criar a seis hijos, no veo cómo puedo tener un séptimo. Además, al haber sido operada (...) hace seis años, tuve problemas durante mis dos últimos partos.
He oído hablar de un médico, pero no puedo acudir a él porque no tengo dinero y no puedo permitirme pedir un préstamo, ya que tenemos montones de facturas que pagar.
Así que he venido a preguntarle si hay algo que pudiera hacer por mí. Con la esperanza de que no se enfade con mi carta, Y esperando que tenga a bien responderme,
Reciba, señor, mi más alta consideración.
Respuesta
París, 12 de enero de 1973
Estimado/a señor/a:
Póngase en contacto con el doctor X lo antes posible.
Dirección en París, teléfono
Reciba, señora, el testimonio de mi más alta consideración.
Profesor P. Milliez
1 de diciembre de 1972 (prefectura provincial)
Estimado profesor:
Si me decido a escribirle es porque me lo he pensado mucho. Le cuento mi caso. Estoy embarazada por quinta vez y mi marido me acaba de dejar. Mi médico no puede hacer nada para ayudarme. Me ha dicho que solo había una solución: ir a Inglaterra. Pero eso supondría muchos gastos. Tendría que pedir dinero prestado para ir allí. Además, llevo muy mal mis embarazos. Al principio las cosas se presentan bien, pero los últimos siete meses tengo que guardar cama y recibir una serie de inyecciones. Hasta ahora, todo va como le acabo de decir. Como no puedo contar con ninguna ayuda de mi familia, voy a tener que trabajar. Pero si guardo cama, no podré hacerlo, y mis hijos necesitan comer. Además, se acerca la Navidad, no puedo dejarlos sin ese día de fiesta. Y si no hay salida a mi situación, la desesperación me hará cometer un disparate, y mis hijos se verán arrastrados conmigo. Desde que conozco mi estado, estoy desesperada. Ya he querido acabar con mi vida en dos ocasiones. Y si yo misma me deshiciera de él, me expongo a ir a la cárcel. Espero que me entienda. Si puede ayudarme, o enviarme la dirección de alguno de sus colegas, o mejor aún, decirme si sabe de alguna dirección en Inglaterra donde ayuden a personas en mi situación. Profesor, perdóneme por plantearle tantas exigencias. Pero, ve usted, cuando una se encuentra sola sin ayuda de nadie, es muy duro.
Espero que su respuesta me llegue a tiempo... Reciba, profesor, un cordial saludo.
Sra. B
PD: Le pediré, después de su respuesta, que olvide mi nombre y dirección. Muchas gracias.
Respuesta
6 de diciembre de 1972
Estimada señora:
Le aconsejo que consulte al Dr. Y (dirección y número de teléfono)
Reciba, señora, el testimonio de mi respetuosa consideración.
Profesor Paul Milliez
Ciudad pequeña de provincias, 26 de noviembre de 1972
Doctor:
Conseguí su dirección a través de una compañera. Llamó por teléfono a su casa y su señora contestó si podía escribir.
Esta es mi situación. Tengo 21 años y estoy embarazada de cinco meses y medio, trabajo en la granja con mis padres.
He venido a pedirle que me realice un aborto, no quiero tener problemas de salud más adelante. Puedo decirle que tengo buena salud y que no estoy dada de alta en el seguro. Además, no he pasado ninguna revisión de maternidad.
Si puede realizarme el aborto, sea tan amable, doctor, de darme información. Si tengo que ser ingresada, preferiría que fuera el lunes.
Por favor [gracias por] decirme el número de días de hospitalización y el precio que tengo que pagar. O si hay que tomar algún medicamento para provocar el aborto.
A la espera de una pronta respuesta, reciba mi más sincero agradecimiento.
Respuesta
29 de noviembre de 1972
Señorita:
A los cinco meses y medio no se puede contemplar un aborto de ninguna manera. Sería un disparate. Sería arriesgarse a matarla a usted y a matar a una criatura viva. Piense en ese crimen.
Por supuesto, estoy dispuesto a verla, en mi despacho, en el Hospital Broussais - 96, rue Didot, París XIVe.
Con mis mejores deseos,
Profesor Paul Milliez
Ciudad pequeña de provincias, 22 de noviembre de 1972
Estimado señor:
Siento molestarle, pero quizás usted sea mi salvación, mi único refugio. Mi vida depende de usted. Se trata de lo siguiente: estoy embarazada y no quiero en absoluto este niño, pues tengo ya cinco y un marido con una enfermedad del corazón. He hecho todo lo posible para provocarme un aborto espontáneo, pero no ha habido manera. Así que contraté un seguro de vida para poder suicidarme sin dejar a mi marido y a mis hijos en la necesidad, al menos de momento, porque no soy rica y no podía contratar un seguro de vida de más de 3.200.000, escribo en francos antiguos. Pero lo que más me preocupa de este proyecto es mi hijo de tres años. Está siempre detrás de mí y en cuanto no me ve me llama y me busca por todas partes. Hasta de noche cuando está dormido me llama, le digo “chis” un par de veces y se vuelve a dormir tranquilamente. Él sí lo va a pasar mal. Durante mucho tiempo me lo he estado pensando, por él. Pero no hay manera, no quiero tener otro niño. Así que le voy a pedir si puede hacer algo por mí, por favor, o si no puede, que lo entiendo muy bien por la ley, si es posible que me facilite la dirección y el importe de una clínica en Inglaterra, por favor. Por favor, profesor, inténtelo. La segunda opción sería incluso muy buena y puedo jurar que nadie sabrá que usted me ha dado [esta dirección]. Solo le pido que me responda rápidamente, por favor, porque la semana 24 termina el 10 de diciembre.
Gracias de antemano.
Espero que pueda hacer algo por nosotros.
Le ruego acepte, profesor, mi más sincero agradecimiento.
Respuesta
París, 28 de noviembre de 1972
Estimada señora:
Venga a verme lo antes posible, este mismo sábado 2 de diciembre por la mañana, si mi carta llega a tiempo.
Con mis mejores deseos.
Profesor Milliez
En el sobre que probablemente trajo la paciente cuando la consulta, con tinta azul: “Para ser ingresada en Broussais hacia mediados de marzo con vistas a un parto con adopción del niño y ligadura [palabra ilegible] de trompas”.
Ciudad pequeña de provincias, 8 de marzo de 1973
Profesor:
Le escribo porque leí un artículo suyo en Detective [sobre] el aborto y yo soy una de esas personas. Soy madre soltera, ya tengo dos niñas de 4 y 2 años. No quiero el tercero que llevo. Estoy embarazada de dos meses y medio. Profesor, ¿puede hacer algo por mí? Y es que tengo muchos problemas, trabajo en una fábrica, pero no consigo ganar suficiente dinero para mí y mis dos criaturas. ¿Puede responderme, profesor, o darme una cita? Haga algo por mí. ¿Puede librarme del niño? Porque según su artículo, usted está a favor. Preferiría verle para hablar con más libertad.
Adjunto mi dirección.
Reciba, profesor, un cordial saludo.
Señorita A
Respuesta
Señorita:
Tengo que verla lo antes posible, venga:
Sábado por la mañana, 17 de marzo de 1973, a las 8 h 45, a mi despacho del Hospital Broussais.
Con mis mejores deseos,
Profesor Paul Milliez
Respuesta de la paciente
16 de marzo de 1973
Profesor:
Le envío esta carta para agradecerle que me haya contestado tan rápidamente y por la cita. Pero estoy ingresada desde anteayer por la noche, tuve un aborto espontáneo de 3 meses y me pasó en el trabajo cuando estaba haciendo un esfuerzo.
Muchas gracias.
Acepte, profesor, mis más cordiales saludos.
Señorita A
Declaración del profesor Paul Milliez en el juicio de Bobigny
Sr. Milliez. – Si la señora Chevalier hubiera acudido a mí, seguramente la habría ayudado. Y es que mi labor como médico desde hace cuarenta años me ha llevado a presenciar buen número de casos dramáticos como el suyo, y creo que siempre cumplí con mi deber, fuera cual fuera la ley. Ayudé a las mujeres que ponían en mí su confianza.Personalmente realicé un aborto a los diecinueve años, cuando era estudiante en los hospitales de París, en el Hospital Ambroise-Paré de Boulogne. Aquella mujer, que había intentado abortar, llegó exangüe al hospital. Tenía cuatro hijos y su marido acababa de abandonarla.El presidente. – Eso no es practicar un aborto, es reparar las consecuencias.Sr. Milliez. – Cuando llegó, no había conseguido abortar. De no intervenir yo, habría seguido con el embarazo. No puedo decir que lo hiciera sin cargo de conciencia. Ya que me pide que le diga toda la verdad, se la digo. Yo era católico practicante en aquel momento. Sigo siendo militante de Acción Católica, pero consideré que mi deber era ayudar a aquella mujer en la difícil situación en la que se encontraba.Desde entonces, a lo largo de mi carrera, he posibilitado abortos en cierto número, no solo terapéuticos, sino también sociales. Siempre he hecho abortar a las chicas violadas que venían a verme. Hay que haber vivido el drama de una chica violada para entender la actitud que puede adoptar un médico a quien se acude en tal situación.Salvo el primer caso que le he contado, no he practicado personalmente abortos, pero sí los he hecho practicar y, para no violar la ley, los he hecho practicar fuera de Francia. Ni que decir tiene que a menudo era consciente de la injusticia social a la que me enfrentaba. No hay ningún ejemplo de que una mujer francesa rica no pueda abortar, ni en Francia con la mayor facilidad, ni en el extranjero. En estos casos siempre hay dinero suficiente para un aborto realizado en buenas condiciones.A las mujeres pobres las veía cuando ya habían intentado abortar. Pero ¡qué intentos y en qué condiciones! He visto morir a decenas de mujeres tras abortos clandestinos y he tenido la suerte y el honor de ser el primero en salvar a mujeres con septicemia. En 1948, en Broussais, tuvimos las primeras exanguinotransfusiones. También allí vi a mujeres que habían estado a punto de morir porque no querían tener otro hijo, porque no podían (...). Tengo grabado el recuerdo de la situación de las obreras de la Renault que daban dos meses de sueldo a un médico clandestino para que iniciara el aborto que yo terminaba en el hospital, con dolor y sin anestesia, porque mi jefe de cirugía, aunque era un socialista de vida muy mundana, consideraba que aquello tenía que servirle de escarmiento a la mujer.