“No hay que dejar que el poder disponga del vocabulario a su antojo, para su propia comodidad”. La ambición del dramaturgo Jean Genet, formulada en 1977, no ha perdido nada de actualidad. Y es que la fuerza de los poderosos se mide siempre por su capacidad para imponer a los demás su representación del mundo, su lenguaje. Así ocurre, desde hace algunos años, con la noción de “seguridad” y su supuesto antónimo: “violencia”. Estos dos términos, sin embargo, por sí mismos no remiten más que a un mundo de ideas. Lo que sí cuenta es el papel social que se pretende que desempeñen.
En esta neblina semántica hay sombras preocupantes que no dejan de ganar terreno. Para tratar de arrojar algo de luz, sin perdernos en el tiempo y el espacio, podemos considerar que los términos del debate se fijaron en el transcurso del año 1977, es decir, entre la primera (...)