Salir de la crisis hospitalaria supone cambios profundos. Resulta imposible desarrollar aquí un proyecto de renovación; a lo sumo podremos señalar algunos principios. El primero es garantizar la independencia médica respecto de la administración. Esto no quiere decir que los médicos no vayan a tener que justificar sus prescripciones. Pero esto deberían hacerlo los mismos profesionales, en el marco de una evaluación nacional cualitativa basada en criterios fijos, especialidad por especialidad. Los resultados de esta evaluación deberían ser rápidamente accesibles para todos los ciudadanos.
Del mismo modo, una mejor atención al enfermo –más global– exige dos grandes cambios en la organización: por una parte, una imbricación estructural de las unidades terapéuticas con la presencia de un médico especialista en enfermedades metabólicas (diabetes, hipercolesterolemia) en el departamento de cardiología y viceversa, por ejemplo; por otra parte, la constitución de redes de cuidados ciudad-hospital general, que se hagan cargo de los enfermos crónicos. (...)