“Lo que pasaba en los Balcanes y en Oriente Próximo prefiguraba, en pequeña escala, la actual situación del mundo. Desde que la religión mete sus narices en los asuntos humanos, se puede temer lo peor. Las religiones, todas las religiones, las del Libro y las otras. No hay una mejor que otras, tampoco una peor. Son todas máquinas de exclusión, de opresión, de destrucción, todas pretenden representar al o a los verdaderos dioses, todas reivindican territorios, fronteras, privilegios, verdades, dogmas; hay que encerrarlas a todas en una bolsa y ahogarlas en valles de lágrimas”.
El viejo encendió un cigarrillo, aunque era difícil llamar cigarrillo a ese rollo de un tabaco nauseabundo envuelto en un papel espeso y amarillento. Sus arrugas profundas eras llagas talladas por la hoja de un cuchillo demencial. Manchas oscuras y negras se extendían sobre su cráneo calvo. Sus ojos brillaban, incomprensibles, y se movían en medio de (...)