El diluvio de críticas que acompañó la compra de Twitter por parte del multimillonario Elon Musk sugiere que lo que se dirimía en la transacción no era solo la suerte de una red social apreciada por les elites. En efecto, la evolución de esta plataforma de microblogging es un indicador del futuro de la expresión en línea, y las controversias avivadas por el nuevo propietario demuestran que la regulación de la libertad de expresión se ha convertido en una cuestión conflictiva, especialmente en Estados Unidos.
Rebobinemos. En la primavera de 2022, Musk justifica la adquisición de esta empresa poco rentable (270 millones de dólares de pérdidas netas en el segundo trimestre de 2022) por su deseo de proteger la libertad de expresión, “los cimientos de una democracia que funciona”. Afirma querer limitar la moderación de contenidos al mínimo exigido por la ley (estadounidense) y presenta a Twitter como “la plaza pública (...)