A fuerza de asociar el vocablo solo con Rusia, suele olvidarse que las demás repúblicas surgidas de la antigua Unión Soviética poseen sus propios oligarcas. En Georgia, en Moldavia, en Kazajistán, en Azerbaiyán, y por supuesto, en Ucrania, encontramos multimillonarios que tienen en común con sus homólogos rusos un enriquecimiento tan repentino como sospechoso, sobrevenido a rebufo de las privatizaciones de los años noventa.
Contrariamente a los oligarcas rusos, que tras el ascenso al poder de Vladímir Putin no pudieron ya implicarse directamente en el juego político, los magnates ucranianos siempre han estado en el meollo del poder, bien de forma directa, ocupando los más altos cargos, bien por intermediación de cargos electos cuya voluntad han comprado, bien gracias al control de los principales medios de comunicación. En 2014, a punto seguido de la Revolución Naranja –que acabó con una sangrienta represión y la muerte de un centenar de manifestantes y (...)