Durante este año de pandemia, se oye decir con frecuencia que la crisis política subyacente reside en la terquedad con la que el estadounidense medio se niega a respetar la autoridad de los expertos. Nos azota una epidemia… y mirad a toda esa gente chapoteando en la piscina de un restaurante cerca del lago de los Ozarks (Misuri). Mirad cómo repiten teorías y conspiraciones estúpidas, cómo difunden en las redes sociales consejos médicos absurdos, cómo hacen sus compras sin mascarilla, cómo lanzan fuegos artificiales en la calle. Y qué decir del idiota de su presidente, quien rechaza los consejos de sus propios expertos médicos, se dedica a culpar del desastre a todos menos a sí mismo y llega a recomendar que nos administremos lejía porque resulta efectiva en encimeras y tazas del váter.
En realidad, este gran conflicto entre “ignorantes” e “ilustrados” lleva años ocupando el centro de nuestro debate político. (...)