De los cuatro imperios centrales que compitieron en el siglo XIX, sólo quedaban tres en vísperas de la I Guerra Mundial, en 1914. La cuasi totalidad del Imperio Otomano estaba desmembrada, lo cual no se tradujo en un aumento territorial de las grandes potencias (Rusia y Austria-Hungría), sino en la creación de nuevos pequeños Estados. La “Paz de Versalles”, es decir, los cinco tratados concluidos en 1919 y en 1920, confirmó la desaparición del Imperio Austro-Húngaro y posibilitó la independencia de naciones pequeñas y medianas junto a las grandes potencias. Fue la primera “fragmentación nacional” centroeuropea del siglo XX. Con el advenimiento de la URSS, Rusia, empujada hacia el Este, perdió la influencia que ejercía sobre una gran parte de los territorios de Europa Central, desde Helsinki hasta Chisinau.
Una Europa totalmente reconfigurada emergió en Yalta y en Potsdam al finalizar la II Guerra Mundial, en 1945, sin que hubiera tratado (...)