¿De qué manera promover una concepción no competitiva de la memoria? Con el reconocimiento de los crímenes coloniales o la relación entre la Shoah y la Nakba –la expulsión de los palestinos de sus tierras y hogares tras la creación del Estado de Israel en 1948–, ¿se está poniendo en tela de juicio la singularidad del genocidio judío?
Como señala la filósofa estadounidense Susan Neiman, la tesis de la singularidad fue en 1986 una respuesta al intento del historiador de Alemania Occidental Ernst Nolte de relativizar el proyecto de exterminio nazi. No se trataba de una “definición metafísica”. Al equiparar la Shoah con los crímenes del comunismo, Nolte abrió un debate entre historiadores (Historikerstreit). Su tesis, sin embargo, fue la que finalmente prevaleció, apunta Neiman, si se considera que ya es costumbre en Alemania equiparar el régimen nazi y el régimen de Alemania del Este, ambos calificados de “dictaduras”, sin que prácticamente nadie se inmute (1)...
Transcurridos treinta y cinco años, la inclusión en la política de la memoria de los crímenes coloniales que apenas han tenido cabida en la historia nacional ha provocado un segundo Historikerstreit, al que contribuye el libro de Charlotte Wiedemann (2). Como imperio colonial tardío, a Alemania le resulta difícil tener en cuenta sus propios crímenes. Aunque tres cuartas partes de la población herero fue exterminada en Namibia entre 1904 y 1908, no existe ni un solo monumento o museo que conmemore este genocidio, con escasa presencia, por lo demás, dentro de la historiografía alemana. Wiedemann, periodista y reportera, ha recorrido todas las “tierras de sangre” de la dominación colonial, desde Malasia hasta Tanzania y Camboya. A raíz de sus investigaciones, escribió: “Debemos mantener la Shoah en el centro de nuestras responsabilidades. Pero quienes la utilizan para minimizar el sufrimiento ajeno no han entendido en absoluto sus lecciones”.
Hace unos años, dos investigadores israelíes, Bashir Bashir y Amos Goldberg, reunieron por su parte a una quincena de colaboradores para debatir el vínculo entre el genocidio judío y la Nakba (3). Aunque no lo explica todo, la relación temporal es evidente: la tragedia palestina es la continuación –cuando no la consecuencia, en este punto divergen las opiniones– de la tragedia judía. Por supuesto, como dijo antaño Edward Said, citado en el prefacio por el escritor libanés Elias Khoury y en el epílogo por la académica británica Jacqueline Rose, no se puede comparar “un exterminio masivo con una desposesión masiva”. Pero no por ello se debe negarle reconocimiento al trauma sufrido por los palestinos, desposeídos de sus tierras por los sionistas. ¿Por qué niega Israel a los palestinos el derecho a conmemorar su tragedia? La pregunta duele tanto más cuanto que la Nakba no ha cesado y continúa en los asentamientos.
Esta recolección incluye trabajos de historiadores, así como relatos personales, textos literarios y poemas que establecen el vínculo entre el genocidio judío y la Nakba. Por ejemplo, el análisis de uno de los poemas más famosos de Abba Kovner, superviviente del gueto de Vilna, que esboza un paralelismo entre la conquista israelí de la ciudad de Beerseba en octubre de 1948 y el ataque alemán a Guernica en 1937. Este primer libro en el que intelectuales judíos y árabes abordan juntos la cuestión ha sido traducido al italiano y al japonés, pero aún no al francés ni al alemán.