Desde el “descubrimiento” de los acantilados kalimniotas por un escalador griego en 1995, la fisonomía de la isla ha cambiado por completo. Menos favorecida que sus vecinas por el turismo de sol y playa (lejanía, pocas playas de arena), Kálimnos vivió durante mucho tiempo de la pesca de esponjas, actividad en declive desde los años 1960. La escalada ha surgido como la salvación económica de una isla con un turismo en horas bajas. En veinte años, el número de rutas acondicionadas ha dado un salto, pasando de unas cien a más de 3700.
Grandes eventos organizados por los fabricantes de equipos deportivos han traído aquí a miles de escaladores, haciendo de la isla un “spot” de fama mundial. Toda su fachada occidental se ha convertido en un paraíso para escaladores (hasta tuvo, un tiempo, una moneda local específica), mientras que el lado opuesto, con un relieve menos vertiginoso, mantiene un rostro (...)