Desde su puesta en escena en programas de telerrealidad, la cocina se ha ennoblecido hasta convertirse en una práctica que confiere distinción. Los cocineros famosos, presentados como artistas, individuos singulares e inspirados, se expresan reinventando manjares que convierten en obras de arte. En el otro extremo del espacio social y simbólico, los comedores escolares parecen condenados a la mediocridad. Representan la cocina pública, por oposición a la alta cocina, privada y distinguida. Comidas baratas, de menú único que no alimentan a clientes sino a usuarios que no pueden elegir irse a otro sitio: alumnos procedentes de todo tipo de entorno social. ¿Están condenados los niños a comer productos malos y mal preparados?
En todos los centros escolares de Francia, los jefes de comedor tienen el derecho y la capacidad de proponer a la dirección los proveedores locales que ellos mismos elijan en vez de recurrir a los grandes grupos agroalimentarios. Claro (...)