Desde el pontificado de Juan XXIII, el Concilio Vaticano II y el “ingreso en la modernidad” de la Iglesia, el mundo ha cambiado. También la Iglesia católica: con Juan Pablo II y Benedicto XVI se comienza a “construir” una nueva institución muy conservadora, desarrollando políticas concretas para impulsar esa ideología. La reciente encíclica Spe Salvi es elocuente. El ateísmo, el laicismo y el “relativismo moral” son señalados como enemigos.
En España, la cúpula de la Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal Española (CEE), se ha mostrado especialmente beligerante con las medidas de progreso social emprendidas por el Gobierno socialista, mostrando su cara más conservadora.
Como dice el Evangelio: “Por sus hechos los conoceréis”. Y, si se analizan sus hechos y sus declaraciones públicas, la Iglesia española, o por lo menos una gran parte de su Episcopado, parece estar inmersa en una cruzada para devolver a la “pagana” España a su fe católica.
La designación del cardenal-arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco (promotor de la construcción de un templo en honor a los caídos del bando franquista), como presidente de la Comisión Episcopal de la CEE para la Doctrina de la fe, heredera de la Inquisición, refuerza tal idea.
Esta “cruzada” se ha manifestado con enfrentamientos permanentes a las políticas socialistas sobre el matrimonio entre homosexuales, el aborto, el divorcio exprés, la eutanasia, la educación para la ciudadanía… Los jerarcas de la CEE han convocado manifestaciones y concentraciones en defensa de la familia, y han afirmado que el Gobierno es una amenaza para “derechos fundamentales de las personas”; que “España está amenazada por el laicismo fundamentalista del PSOE”; que “son tiempos no fáciles para la familia... sacudida en sus cimientos con legislaciones inicuas e injustas”; que “La Educación para la ciudadanía lesiona el derecho de los padres y de la escuela a formar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas y morales”… La víspera de las pasadas elecciones del 9 de marzo, el Episcopado hizo pública una nota “electoral” criticando las leyes del Gobierno que son “gravísimamente injustas y deben ser cambiadas por lesionar derechos fundamentales”. Su secretario Martínez Camino sostenía que “los católicos deben votar programas compatibles con la fe cristiana”.
No obstante, tras las elecciones, el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal y cardenal-arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco felicita al ganador, José Luis Rodriguez Zapatero, en nombre de todos sus miembros y le asegura, también, su oración “para que el Señor le conceda su luz y su fuerza en el desempeño de las altas responsabilidades que le encomienda el pueblo español, al servicio de la paz, la justicia, la libertad y el bien común de todos los ciudadanos”.
¿Seguirá el enfrentamiento entre el Episcopado y el próximo Gobierno socialista, o quizá la jerarquía católica tendrá en cuenta que esa postura tan neoconservadora alineada con las nuevas tesis de Benedicto XVI, la aleja del resto de opciones políticas de otros católicos?